Subió las escaleras, iba descalza, no le gustaba hacer ruido, y ruido se convertía en música cuando él la escuchaba desde arriba. Habían 24 escalones, los subía de uno en uno, no le gustaba que la gente subiera los escalones de dos en dos, era como querer adelantarse al tiempo, y al tiempo si lo adelantas pierde su gracia. A ella le gustaba subir los escalones uno a uno, y recoger la gracia perdida del tiempo adelantado. Pensaba en que cuando subiera lo vería, y estaría durmiendo, y seguramente roncando, porque si no ronca es que no está durmiendo, pero tampoco le importa. Todo el día fuera, no le gustaba comprar el pan por la mañana, prefería comprar el pan por la noche, era una manía que tenía desde que era pequeña, no buscaba ser diferente, simplemente lo era.
Esa noche ella vendría tarde, muy tarde, tan tarde que se haría el dormido. Subió las escaleras de dos en dos, e incluso de tres en tres, sólo quería llegar cuanto antes para poder hacer la cena cuanto antes, para poder encender la tele cuanto antes, para poder ver el partido cuanto antes, para poder dormir cuanto antes, para poder despertarse cuanto antes. En Realidad todo era distinto, por eso vivía en con ella, porque no era como vivir en Realidad. En Realidad todo el mundo vivía perdiendo las cosas, hasta él perdía la gracia de todo cuando no estaba con él. Las escaleras no se disfrutaban, la cena no sabía igual, la película no era tan buena, por eso no vivía en Realidad, donde las luces y el humo todo lo difuminan y no ves nada claro, pese a que Nada Claro siempre vestía de manera llamativa, la última vez que quedó con él, llevaba unos pantalones dorados, serían del dinero que valdrían, de todo el oro invertido en hilar la prenda.
Siguió subiendo las escaleras, le faltaba tres escalones, se quedó parada, en silencio, esperando escuchar los ronquidos o la televisión. No había cenado, no escuchó la televisión, el partido había terminado, habían empatado. Tampoco escuchó los ronquidos, así que siguió subiendo y cuando le quedaba un escalón le escuchó roncar, se paró en seco, sonrió, sacó la barra de pan, se cogió la punta (no le gustaba comer directamente de la barra) y se la comió a mordiscos pequeños, con la boca abierta, era una de sus pasiones de su infancia, la irreverencia de comer con la boca abierta pero ahora sólo lo hacía a escondidas, tenía educación. Primero se comía las migas como si las pelara de la corteza, y luego se comía la corteza.
Acabó de comer, sacó las llaves. Sonidos armónicos. Introdujo la llave, la giró, CLAC, abrió la puerta y entró.
Bajaba por el arcoiris hasta el campo de fútbol, le recogió una nube, se soltó de las cuerdas y de repente de lejos se oía por todo el cielo. Sonidos armónicos. Entraba una llave. CLAC. Se despertó. Y sintió como ella entró y dejó de vivir en Realidad.
1 comentario:
¿Y qué viene después? ¡Quiero más! A poder ser, claro está.
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