jueves, 8 de diciembre de 2011

La llave entra.

La llave entra, y con ella todas las ansias por tenerla en el portal, por sentarse en la escalera, por acercarse, por cogerle la mano, por rodearla con el brazo, por soltar todas las palabras que tanto tiempo llevan viviendo en su cabeza en un solo beso. Entran. Va a encender la luz del patio, pero en el último momento piensa "no, rompería la estampa y luego habría que recoger sus pedazos".

Estampa: han salido, la música todavía resuena en su cabeza, él ya no podía más, no es celoso pero esa noche todo el mundo saca dientes, algo le impide estar cómodo, ya no puede más, "hoy o nunca", se acerca a ella, le coge del brazo muy sutilmente, se acerca a su oído "¿podemos hablar?", se marchan, y de camino a la salida bebe todo brebaje que pilla al vuelo y vuelan hasta el portal de su casa. La llave entra.

La llave entra, y con ella su corazón cae en la trampa, lo entiende todo y no entiende nada, es más, cada vez entiende menos, entonces se da cuenta de que no va a encender la luz, y su corazón despierta y late, cierra la boca y coge aire por la nariz. Suspira. Mete la mano en el bolso instintivamente y sin sacar el móvil lo pone en silencio. Sabe que no va a ser fácil lo difícil, ella se da cuenta, lo está esperando desde hace tiempo, y el tiempo hace tiempo que espera con ella, hoy no hay mañana, ni siquiera después, lo único que importa a partir de ese momento en el que el corazón dice hola a todo el cuerpo, es ese preciso momento. Suspira silenciosa. Eco suspiral por todo el edificio. Y la respiración se convierte en la banda sonora de la estampa.

Estampa: han salido, la música todavía resuena en su cabeza, ella se movía sola, perfecta, todo estaba de cara, la previsión de la visión era intuitiva. Ella lo nota, está raro, mira mal a todo ser que merodea, eso le halaga. Baila. Sonríe. Sueña y se ve en tercera persona. Se eleva. Algo le acaricia el brazo y se gira ¿podemos hablar? Está bien. Sale.

Aparta la mano del interruptor, no va a ser así y cuando la baja la dirige directamente hacia su mano, la coge y la lleva unos metros hacia dentro.

Saca la mano del bolso, se la coge y a lleva unos metros hacia dentro. Suspira. Su corazón es fuerte y sus latidos más. Se acerca y su respiración también. De repente su espalda descubre la fría piedra de la pared que su cuerpo calienta al instante, entonces él se inclina y le dice:

- Escucha.

Entonces se inclina y el invierno se para, el sol amanece en el portal, el ascensor se convierte en la orquesta, y el contador es la mejor versión de una banda de percusión, su cabeza se silencia, suena música, la primavera calienta la olla, olla se pone a hervir, y el vapor lo empaña todo: sus problemas, sus miedos, sus debilidades, los gestos, las palabras, las versiones, las persianas, los recuerdos, la puerta, el portal, la desesperación, todo. Sus labios encuentran sus labios, y con ellos la primavera invernal.

La llave entra.



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